viernes, 13 de julio de 2012



El ladrido del podenco 
desgana mi hambre y hace 
que olvide las ausencias. 
Reclama un mar,  muy lejos 
de este mar y de este cielo. 






La humanidad no era esta 
humanidad, 
ni la generosidad era esta cesta. 
Estaba confusa,  ahora no. 
Heredé conceptos obsoletos 
a los que me aferro los martes 
y los jueves,  por su extrema belleza. 
Los lunes y miércoles aún creo en ellos, 
y los viernes bajo la cabeza. 
Ser una extraña criatura contigua, 
inadaptada,  anexa a las cosas secundarias 
me da ciertas ventajas. 
Bebo de fuentes recónditas, 
cruzo puertas no accesibles para todos. 
No uso tarjetas de presencia y foco 
ni doblo el espinazo ante una firma, 
un talón,  un elogio. 
Puedo amar todo 
sin que se me acusen de traición 
o de incoherencia, 
y cuando digo amar es amor, 
arrimando todas las letras a mi boca. 
Sufro cuando sufres 
y me alegro cuando te alegras, 
como una esponja recibo lo que tú recibes. 
Cuando eres tonto,  te veo tonto, 
¡ah! pero cuando brillas me ciegas. 




Nená de la Torriente

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