Tantos
caminos
la
baba del caracol ha dejado
en
la piedra,
que
como a Dédalo mis ojos
adormece.
¿Qué
nos cuenta el grillo
en
el atezado de la tarde?
Debajo
de mi espalda,
todo
un mundo.
Hormigas, larvas, raíces emergiendo
desde
su profunda humedad,
cuchichean
celosas, buscando la luz
que
yo les hurto.
Acaricio
la hierba, distingo al tacto
hojas
suaves y otras como puñales,
orgullosas
de su rabioso verde.
El
relente cae despacio, tan suave,
que
minúsculas gotas se posan
como
el polen en el suelo.
La
humedad me ha besado, y
arriba
en el cielo una enorme nube plata
oculta
el dorado en todas sus franjas,
aquel
que jugó a ser anaranjado.
Soy
tierra, universo mojado,
y
sé que al final miraré el verde
en
su inmensidad desde arriba,
y
no, no siento miedo.
Nená de la Torriente
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