Sin
nombre,
como
un cuerpo sin sombra,
la
calle se apaga en la memoria.
Ese
adiós no debió
producirse
nunca,
pero
la habilidad no está
ligada
al pulso,
y
se salda con un dolor
innecesario.
Como
inválida es la suerte
de
volver a verte,
y
entender lo extraño de las cosas.
Los
momentos fugados
cambian
el gusto de los platos,
el
color de los ojos,
hasta
el tacto, y
¿quién
nos devuelve el tiempo?
Nadie,
como tampoco
regresa el recuerdo
de aquella calle, ni de cómo se llamaba.
de aquella calle, ni de cómo se llamaba.
Nená de la Torriente
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