sábado, 28 de julio de 2012


El cielo se abrió y dejó caer  un cántaro 
que llevaba guardado durante siglos. 
Rasgó su azul,  y no llovía 
Dejó caer de su vientre un océano 
de agua dulce,  anegando la tierra. 


Absoluto y rotundo,  complejo y pleno, 
en medio del camino la desnudez 
se sintió más evidente. 
¿Qué es la profundidad de unos ojos, 
de un beso,  de un cariño? 
Si hay un metro que lo mida,  hoy no lo quiero. 


Yo quiero saber por qué a veces el cielo 
se agrieta y arroja cántaros, 
pero no llueve; 
sin embargo otras, 
de su vientre sólo suda,  suda lluvia. 

  


Nená de la Torriente

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