que
en la mañana pintas
todo
de dorada inocencia,
¿hasta
dónde alcanzas
en
la hoja del algarrobo?
Ayer
se doblaban mis albahacas
ordenadamente.
Pensé
que tenían cuitas o desánimo,
o
ganas de un amor
que
les hablase bajito.
Ni
en una lista de la compra
hubiese
acertado a traerles
tantos
flotadores, y saber
el
porqué de su abatimiento.
Las
miraba y pensaba
que
a pesar de ese aspecto,
que
se aclaraba como la cana
en
el pelo, su olor se mantenía
vivo
con el delicioso aroma
de
siempre.
Así
el alma de cada uno
no
se pierde, aunque la piel
mude
a una arruga bien marcada.
Nená de la Torriente
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