domingo, 1 de julio de 2012


Silenciosa auxiliadora 
que en la mañana pintas 
todo de dorada inocencia, 
¿hasta dónde alcanzas 
en la hoja del algarrobo? 
Ayer se doblaban mis albahacas 
ordenadamente. 
Pensé que tenían cuitas o desánimo, 
o ganas de un amor 
que les hablase bajito. 

Ni en una lista de la compra 
hubiese acertado a traerles 
tantos flotadores,  y saber 
el porqué de su abatimiento. 
Las miraba y pensaba 
que a pesar de ese aspecto, 
que se aclaraba como la cana 
en el pelo,  su olor se mantenía 
vivo con el delicioso aroma 
de siempre. 
Así el alma de cada uno 
no se pierde,  aunque la piel 
mude a una arruga bien marcada. 



Nená de la Torriente

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