Nada
tengo que saber,
aunque
esos círculos de luz
sobre
las persianas provoquen
mi
curiosidad tanto.
La
fascinación por las extrañas formas
que
la luz nos proporciona,
queman
los rincones del seducido,
le
prenden como en la lumbre
arde
el leño con su singular erótica.
Los
días traen mensajes.
La
mente en su pobre jaula gris no
sabe
descifrarlos
-siempre
le damos demasiada importancia
a
la inteligencia-,
porque
no le damos ayudantes adecuados:
sensibles, receptivos, excitables,
idóneos en su tarea descodificadora.
Lo
vivo está lleno de emisarios
llenos
de consignas.
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