martes, 24 de julio de 2012



-La luz- 

En la escama dorada se escapa. 
Ya domina la roca que cierra la bahía, 
no le volveré a ver. 
Ese rayo de sol que se detuvo en mis pies 
y pasó a la ola,  y de la ola a la cola del pez, 
y subió a su lomo con gracioso cimbreo 
hasta instalarse en una bonita escama. 
La luz arrulla a la sustancia, 
a cada elemento le hace un regalo, 
a tu pupila la convierte en chuche 
de caramelo denso,  o en tierra mojada. 
Al mar,  tesoro de oro y perla. 
Yo recojo un rayo en mi palma 
y juego a quedármelo toda la tarde, 
pero su díscolo movimiento 
no alcanza mi paciencia,  ni mi cometido. 
César me hizo una caja de madera, 
grabando mi cara con los rayos de sol 
que atravesaban una lupa,  él sí tuvo paciencia. 
Yo ni siquiera la tuve para guardar la caja. 
El sol es como un árbol redondo 
con infinitas quimas rectilíneas 
que se abren o se cierran, 
como un ventilador de techo que gira 
sin girar hacia ninguna parte. 




Nená de la Torriente

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