-La luz-
En
la escama dorada se escapa.
Ya
domina la roca que cierra la bahía,
no
le volveré a ver.
Ese
rayo de sol que se detuvo en mis pies
y
pasó a la ola, y de la ola a la cola del pez,
y
subió a su lomo con gracioso cimbreo
hasta
instalarse en una bonita escama.
La
luz arrulla a la sustancia,
a
cada elemento le hace un regalo,
a
tu pupila la convierte en chuche
de
caramelo denso, o en tierra mojada.
Al
mar, tesoro de oro y perla.
Yo
recojo un rayo en mi palma
y
juego a quedármelo toda la tarde,
pero
su díscolo movimiento
no
alcanza mi paciencia, ni mi cometido.
César
me hizo una caja de madera,
grabando
mi cara con los rayos de sol
que
atravesaban una lupa, él sí tuvo paciencia.
Yo
ni siquiera la tuve para guardar la caja.
El
sol es como un árbol redondo
con
infinitas quimas rectilíneas
que
se abren o se cierran,
como
un ventilador de techo que gira
sin
girar hacia ninguna parte.
Nená de la Torriente
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