Dentro
del barco, me dejo llevar
en
la barriga de la ballena,
generosa
siempre.
Si
está enfadada se agita
y
yo con ella.
Si
enamorada, me deja ver la costa
con
nostalgia, y el azul intenso
con
diminutos besos blancos.
Me
sujeto a su piel fría,
a
su ojo interminable y aprieto
mi
lapicero contra cualquier papel
pared
o suelo, que me brinde cuaderno.
¡Mira
el mar, es el Mediterráneo,
un
mar chico lleno de batallas!
-A los veinte así lo miraba-
¡Ignorante
de mí!
Garabateando siempre
y ahora sólo veo un cielo o un mar
que se puede doblar por la mitad,
como una tarjeta,
eternamente
bella.
Nená de la Torriente
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