Existe un lugar al norte de una isla, con un bosque distinto, en el que viven los confusos.
Conocen a su manera, como el que vive en el desorden y sabe bien donde esta todo dentro del fárrago. Cualquiera que entre, no sale, si su orientación es correcta, necesita a un confuso que le guíe.
En la vida ocurre lo mismo, hay registros que no están al alcance de cualquiera. Existen lugares que se consideran de desecho, muchos lenguajes y modos de comunicar cosas. A menudo se desprecia lo que no se entiende, determinadas formas que no son frecuentes o que actúan de maneras desordenadas y caóticas, los locos, por ejemplo, el enajenado. Demasiados dementes considerados así, sin serlo. Los trastornos son algo habitual, pero suelen ser pasajeros, se vuelve al redil de los cuerdos, a la vida ordenada y de bien, y vuelve a ser difícil entender el lenguaje del desorden, una vez retornado al paredón del normalizado –si es que alguna vez se estuvo en su línea de fuego-. Yo siempre he sido una confusa, no una loca, pero si una ‘cuestionatodoporsistema’, y eso crea laberintos insalvables, parecidos en cierta manera a ese bosque al norte de esta isla –isla en la que vivo-. Pero entiendo el caos, y la renuncia voluntaria a salirse de la línea por puro vértigo, y mirar las cosas desde dentro, desde fuera, desde todos los ángulos posibles, para poder alejarse de herencias culturales, y otras sociales, aprendidas de una forma inmediata. Tarde o temprano uno se respira, se consume en renuncias, y la vida te desnuda.
Nená
Curioso eso de respirarse. ¡Nos sobran tantas cosas!
ResponderEliminarHe estado haciendo una visita aérea virtual por ese bosque del norte de la Isla.
Besucos.
Hubo un incendio, y hay una gran parte quemada, pero aún queda una bella parte de bosque donde perderse, que es una maravilla.
ResponderEliminarBesuco,
Nená