es un colegial que se aferra
a la pierna
de su madre,
es tan agradecido
que lame las hojas de los árboles secos,
como piruletas
en invierno.
Se estampa en los ladrillos,
en las paredes de los grandes
edificios, se agarra enrabietado,
no quiere irse si ha salido.
Es tan agradecido
que ciega el rostro
aunque haga frío,
y quiere jugar a quemarnos.
Le gusta la ciudad, le gusta mucho
con sus viejos edificios,
con sus nuevos edificios
y ese olor a viejo y nuevo,
y a tantas culturas distintas.
Creo que por eso juega
como un colegial agradecido.
Nená
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