domingo, 29 de enero de 2012

El sol de Madrid es distinto, 
es un colegial que se aferra 
a la pierna 
de su madre, 
es tan agradecido  
que lame las hojas de los  árboles secos, 
como piruletas 
en invierno. 



Se estampa en los ladrillos, 
en las paredes de los grandes 
edificios,  se agarra enrabietado, 
no quiere irse si ha salido. 
Es tan agradecido 
que ciega el rostro 
aunque haga frío, 
y quiere jugar a quemarnos. 
Le gusta la ciudad,  le gusta mucho 
con sus viejos edificios, 
con sus nuevos edificios 
y ese olor a viejo y nuevo, 
y a tantas culturas distintas. 
Creo que por eso juega 
como un colegial agradecido. 




Nená

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