Baja la montaña, y
su vientre de paja reclama
al caminante su billete,
que le cambie su sombra
por una vara de avellano.
Si hay noche de luna,
no habrá mejor caña de pesca.
Si engendrara un pez del río
sería la madre más bella,
de irisada altura,
caolín y plata, arroyo y tierra.
Ya su vientre nunca cueva,
no más manchas a lo lejos
que rasgan el cielo,
de punta a punta,
viejo sembrado de estacas
secas.
Nená
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