Puedes dibujarme con el dedo,
ahí, debajo del laurel,
sobre el centenario banco de piedra.
Tan pequeña, tan pálida,
que el verde se vea más verde,
rabiosamente vivo.
Puedes borrarme con el dedo,
y pintarme en la Mesona,
entre las altas plataneras,
y bailaré para ti,
como bailaba para Renee
y para Sofía.
Mejor sácame de aquí
y méteme en tu bolsillo,
y súbeme a las Ánimas
que quiero ver la niebla baja
sobre el prado aún sin segar.
Me perderé entre sus afiladas hojas
y silbaré y bailaré.
No me sigas.
No me sigas.
Nená
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