Cuando los ángeles duermen,
el cielo dispara balas de plata
rompiéndolo todo.
El agua baja a riadas formando
surcos en el barro,
pistas de un circuito de carreras
sin bandera de cuadros.
Los ancianos se dicen unos a otros:
'Hoy no amainará,
no amainará'.
Los niños en casa,
nada de parque, ni de recreo,
sólo pan con chocolate.
Ese día los ángeles
se echaron la siesta,
y lloré tanto, que mi mano
le dio al limpiaparabrisas por reflejo.
Pero la lluvia salía de mí
y detuve el auto.
Mi mente recordó las palabras
de aquellos ancianos:
‘Hoy no amainará’,
y mi boca tenía el regusto
de aquel pan crujiente
con chocolate.
Nená
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