domingo, 22 de enero de 2012

-Lo que la vida impone,  lo que uno dispone-




Tres eran las ventanas, 
tres los delirios. 
Entenderlos a los tres 
una cuenta sin dígitos. 
El otero quiso silbar 
a los tres en albedrío, 
y como una monta de caballos 
que se obliga, 
los tres volaron al cerro 
sin abrigo, 
sin monedas, 
sin hacer, 
sin saber aún quiénes eran; 
lo que podían, 
lo que no podían, 
lo que conocían, 
lo que ignoraban. 
Como aeroplanos fueron dando 
brincos,  piruetas,  cabriolas, 
hasta acabar cada uno 
en un lugar distinto. 
Se perdieron los tres delirios 
sin saber aún quiénes eran, 
y aún siguen pedidos  
como tantos otros delirios, 
forzados a ir con cinchos 
y con brazal, y negarse,
o lo que es lo mismo, 
con corbata o con manípulo. 






Nená

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