Te prometo un poema esférico,
húmedo y capaz de mirar
más bello que un ojo,
si tú me das de comer de tu fe,
de todo lo que aún abrazarías
de este mundo.
Me dejaré morir, no por tu virtud,
si no por todos tus pecados,
uno a uno, lentamente,
para que los revivas de nuevo,
si me das de beber de tu dolor,
de todo lo que te haría sentir algo aún
en ese cuerpo.
Te daré el recibo de las cosas perdidas
para que vayas a buscarlas
a ese lugar cálido y conocido,
si me das la palabra que ando buscando,
la que hace que uno amanezca solo,
esa que nada más que tú conoces y aderezas,
la que llama a la elación y a la divina imprudencia.
Nená
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