-Quién fuera un bello naranjo-
Me sirve la gota de rocío
hambrienta de amaneceres,
cálida compañera de muda melodía.
Me sirve pobre en su sembrado verde
siempre sencilla,
que estar sola no es estar vacía
aún en su diálogo de íntimo fárrago.
Me sirve el ojo del halcón fugitivo,
cándido o pérfido sobre su cielo de estrellas.
Me sirve como aliento necesario
porque hay que bregar por cada limadura
y respirar hacia dentro aunque nos duela.
Y esto lo escribo
sobria o no comedida,
siempre entre débiles murmullos,
que a menudo la vida se me escapa
por los cantos de cada poema,
como quien se esconde o chilla
en eterna búsqueda de consuelo.
Todo me sirve aunque sepa
hasta dormida,
que no hay lenitivo
para tanta confusión.
Nená
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