domingo, 22 de enero de 2012


Como ese sonido 
de falsas sirenas, 
o el inexplicable avance 
de las ballenas hacia la costa, 
así hombres y mujeres 
se aferran a un nombre 
de alguien sin peculiar peso, 
y se mueven 
como aves migratorias. 
El mismo misterio. 
Tantos cerebros pensantes 
y músculos que laten, 
anulados por ese arrastre incoherente, 
¿qué les mueve exactamente? 
¿Perder el número en una cola 
que nadie entiende? 
Uno dice: ‘¡Es increíble,  inmejorable, 
lo mejor,  lo sublime!’,
y veinte se suben a ese carro, 
ciegos,  ofrecidos al valor del primero, 
y otros veinte más, 
y otros veinte, 
y al final ya nadie sabe, 
sólo creen deslumbradamente 
en la genialidad de un nombre 
que es una suma de letras. 
Como pudo ser en un objeto,  o en esa 
misma costa 
donde van a agonizar las ballenas. 





Nená

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