Como ese sonido
de falsas sirenas,
o el inexplicable avance
de las ballenas hacia la costa,
así hombres y mujeres
se aferran a un nombre
de alguien sin peculiar peso,
y se mueven
como aves migratorias.
El mismo misterio.
Tantos cerebros pensantes
y músculos que laten,
anulados por ese arrastre incoherente,
¿qué les mueve exactamente?
¿Perder el número en una cola
que nadie entiende?
Uno dice: ‘¡Es increíble, inmejorable,
lo mejor, lo sublime!’,
y veinte se suben a ese carro,
ciegos, ofrecidos al valor del primero,
y otros veinte más,
y otros veinte,
y al final ya nadie sabe,
sólo creen deslumbradamente
en la genialidad de un nombre
que es una suma de letras.
Como pudo ser en un objeto, o en esa
misma costa
donde van a agonizar las ballenas.
Nená
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