Folios ambarinos,
cestas rotas, la paz de los años
se abreva en las piedras.
Escuché tu voz en Irlanda,
cadenciosa, mansa,
repetías mi nombre,
y tu palabra salía de las paredes,
de los cuadros, de los butacones,
pero nadie me creyó.
Sé que me llamaste
y que yo te oí;
como sé que algún día
tal vez llame a otro y me oirá
en alguna parte del mundo,
y en otra época.
La vida y la muerte
están demasiado cerca,
el pasado, el presente,
el antaño y el hogaño
tienen las manos juntas.
Nená
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