Él no pidió un ara de tilos
y dormir desnudo
entre sus hojas.
La muerte no sabía
cómo escribir su negocio
con versos tibios,
y dejó un anónimo perdido
en sus manos blancas,
y una úlcera con sabor a azufre en su boca.
Yo le lloré,
como lloran los niños
que no entienden de partidas,
y me amarré a su cuerpo
para que no se fuera.
Nadie me dijo que la muerte
no supiera escribir versos tibios,
ni que la única poesía
residiera en la memoria,
ni en ese amor que nunca fallece
invocando su nudo.
Nená
" ni que la única poesía residiera en la memoria....".
ResponderEliminarBrutal Neni.
Cuando duele mucho, no la encuentras más que en imágenes sueltas. Pero yo la comparto contigo, porque fue la misma. Con el tiempo, las imágenes se hacen dulces y se puede escribir.
ResponderEliminarBeso apretado, Susón.
Nená