Siempre hay un codo
donde hacer un quiebro,
una espera lenta.
Un entreacto en esta lidia
diaria para pensar en nada.
La nada tiene un bonito
difuminado,
una baja intensidad acústica,
y una grata sensación térmica.
Mis nadas están llenas de cosas,
no puedo tener espacios vacíos,
eso es sólo para los cresos
-tienen otras cabezas a su servicio-
Siempre hay un codo, un banco,
un pequeño refugio a la rivera
de algo apacible o plácido.
Un paréntesis para respirar,
para sonreír a solas,
para recordar,
para olvidar,
para rasgar algo que nos molestó
como una fotografía mental,
para sentir un beso en los labios,
para dejarse llevar por el sonido
del no sonido,
o de tu propio pulso.
Nená
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