martes, 17 de enero de 2012


La vida se me duerme 
en el hombro, 
se cobija como yo me abrigo 
debajo de un árbol, 
a medio camino de la espesura. 
Descansa de sí misma, 
de estar siempre avistada, 
examinada,  corregida, 
como un enorme almanaque. 
Nos miramos sesgadamente, 
y acallamos las ganas 
de quedarnos quietas, 
siempre se sigue, 
siempre. 
Yo no miro el camino, 
ella ya lo conoce. 
De nada sirve el puntapié, 
la coz,  la palabrota, 
afanarse y proseguir, 
y de vez en cuando buscar 
la sombra de otra encina. 




Nená

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