Cuando amanece
ni las paredes en pié
de los altos edificios,
sostienen al sol en abanico.
No hay más grandeza,
ni rey que más descolle,
que el astro que da a luz
cuando despiertas.
Se alza rompiendo las aceras,
colándose en las alcantarillas,
en soportales, en las pequeñas
esquinas donde duermen las moscas.
En el campo, algarrobo y naranjo,
donde el verde ya cala,
y brilla en cristales infinitos
como gritos de luz.
Abajo en la playa, en platas
se ahoga, el fulgor en su excelencia,
como una sábana de opulencia
para cruzarla
andando con los ojos.
Nená
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Háblame