Me siento en la escalera
y me dices a qué hora pasa
la primavera;
no me engañes,
o empañaré de airado hálito
las ramas de los pinos.
Sol de las diez, a las siete
estaré escribiendo,
dame una hora
para desenredarme
el pelo, y estaré allí,
quieta, esperando tu respuesta.
Si no vienes, mándame un recado
con una nube de humo,
de esas con olor a leña,
sabré leerla,
-no tengas cuidado-,
son demasiados años en esta isla.
Aprovecharé y me daré un baño
con la fría ondulación de la sin ola,
provocaré la espuma, el borboteo,
y saldrán a reír las posidonias.
Nená
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