sobre tejados terrosos
y ocres sombras de una luna vieja.
Me dejas en el pelo
tu gastado perfume
de carpetas mordidas y
libros entintados en márgenes prohibidos.
Un poco de hierba,
y el humo de un tráfico incorrupto
sobre un asfalto hierático.
Me siento distinta
siendo la misma,
como si un soplo
en mi oído,
me silbara a Ella Fitzgerald,
muy bajito.
Estoy cansada, mucho,
pero me siento abrazada,
colmada, besada
por una ciudad querida.
Nená
Siempre preferiré a Ella Fitzgerald a una homilía en una parroquia, la de nuestra Señora de la Merced, por ejemplo. Madrid es inmensa, acogedora siempre.
ResponderEliminarBesos, Nená.
Anda que no he pasado yo veces por ahí andando para ir al cole.
La inmensidad cabe en un minúsculo pañuelo. -Jajaja-
ResponderEliminarBesos, Tempero.
Nená