para escribir,
como tampoco faltan para
suspirar, llorar, o
querellarse.
Nos empeñamos en tapiar
el guardarropa,
para no mostrar
nuestros atuendos;
más sencillo que detallar
el espinoso tallo de la rosa,
el rayo aloque
de un amanecer en otoño,
o el sinuoso fluir de un
regato que quiso ser laguna.
Toda intimidad
está llena de reservas,
aunque rompas hasta el marco
de la puerta,
ventiles tu guardarropa
y digas que tú eres mundo,
como ese tallo de rosa,
o ese rayo aloque,
o ese regato que quiso ser laguna.
Nená
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