No nos escuchamos.
Nadie hace la pregunta oportuna
no por miedo a la respuesta,
sino porque no ha escuchado;
aún así la pregunta oportuna
no debería hacerse
si se ha escuchado bien.
Hacer preguntas como:
‘Tú ¿qué quieres? ¿Qué necesitas?
¿Qué puedo hacer por ti?’
Serían innecesarias si escuchásemos
y no pensásemos tanto.
Como el que borra con una goma,
un apunte en lápiz larguísimo,
y deja que sea el otro
el que escriba, sólo el otro,
suyo el apunto y el lápiz.
Tú sus confidentes ojos, y
sus cómplices oídos.
Nada más.
Nená
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