miércoles, 21 de marzo de 2012

No nos escuchamos. 
Nadie hace la pregunta  oportuna 
no por miedo a la respuesta, 
sino porque no ha escuchado; 
aún así la pregunta oportuna 
no debería hacerse 
si se ha escuchado bien. 


Hacer preguntas como: 
‘Tú ¿qué quieres? ¿Qué necesitas? 
¿Qué puedo hacer por ti?’
Serían innecesarias si escuchásemos 
y no pensásemos tanto. 


Como el que borra con una goma, 
un apunte en lápiz larguísimo, 
y deja que sea el otro 
el que escriba,  sólo el otro, 
suyo el apunto y el lápiz. 
Tú sus confidentes ojos,  y 
sus cómplices oídos. 
Nada más. 






Nená

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