Tiéntame,
cambia la historia.
Que Adán de a probar
la manzana a Eva,
sé mi Adán.
Las mujeres somos
las que vencemos siempre,
hasta cediendo,
disponemos del cuenco
donde el hombre va a beber.
Somos hijas-madres,
compañeras-madres,
esposas-madres,
y algunas madres de vástagos
queridos.
Luego seremos
madres de nuestros viejos padres,
y de nuestros viejos hijos
y de nuestros nietos.
Demasiada maternidad.
Demasiada capacidad de sacrificio.
Demasiada entrega.
Disponemos del cuenco sí,
pero no enseñamos al hombre
a ser un hombre,
le educamos siempre
para ser un niño.
Le robamos sus cruces
para que no le duelan,
y le consentimos todas las rabietas.
Se convierte en un cobarde,
en un caprichoso,
en un egoísta mimado,
en un protegido que sabe
que siempre tiene una referencia,
un lugar donde volver y llorarle a alguien.
Qué mal lo hemos hecho, chicas.
Nená
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