martes, 13 de marzo de 2012


Tiéntame, 
cambia la historia. 
Que Adán de a probar 
la manzana a Eva, 
sé mi Adán. 

Las mujeres somos 
las que vencemos siempre, 
hasta cediendo, 
disponemos del cuenco 
donde el hombre va a beber. 

Somos hijas-madres, 
compañeras-madres, 
esposas-madres, 
y algunas madres de vástagos 
queridos. 
Luego seremos 
madres de nuestros viejos padres, 
y de nuestros viejos hijos 
y de nuestros nietos. 
Demasiada maternidad. 
Demasiada capacidad de sacrificio. 
Demasiada entrega. 
Disponemos del cuenco sí, 
pero no enseñamos al hombre 
a ser un hombre, 
le educamos siempre 
para ser un niño. 
Le robamos sus cruces 
para que no le duelan, 
y le consentimos todas las rabietas. 
Se convierte en un cobarde, 
en un caprichoso, 
en un egoísta mimado, 
en un protegido que sabe 
que siempre tiene una referencia, 
un lugar donde volver y llorarle a alguien. 
Qué mal lo hemos hecho,  chicas. 






Nená

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