domingo, 4 de marzo de 2012


No recuerdo las veces 
que cepillé mi pelo, hice 
dos trenzas,  las subí en lo alto 
y las amarré a una horquilla. 
Corrí al autobús, llegaba tarde. 
La Plaza de la Independencia. 




El pichi rojo,  el pelo de campesina, 
y tú esperando. 

Suéltate el pelo,  mujer,  suéltate 
el pelo  -me decías mientras 
cambiábamos los apuntes- 
y siempre te contestaba: 

No Julián,  no quiero. 

Al volver a casa,  el pelo suelto 
enredado,  exiliada la horquilla, 
mamá decía: 
Recógete el pelo mi amor, 
recógete el pelo, 
y siempre le decía,  dándole un beso: 

No mamá,  no quiero. 







Nená

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