afortunadamente,
no quedan, porque
nunca hubo.
Esa forma de estafar
tan plebeya, se la inventó
un modisto sin tijera,
que de corte y confección
sabía cero,
como nada sabía de uniones.
¿Qué puede hacerse con
un azulado ser, siempre
delicioso?
¿Lamerlo, mecerlo,
adornarlo con bellos lirios
y azucenas?
Yo no digo que el varón no espere
una dulce gatita siempre en celo,
melosa, callada y siempre dispuesta
a seguirle en todo
lo que él emprenda;
ni que la hembra desee,
un varón siempre correcto,
alegre, valiente, inteligente,
protector y espalda de su hembra.
Pero nunca es tan lirondo.
Ni la gata ni ‘el espaldas’
están inscritos
en un catálogo de posibles
parejas.
Nená
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