Vivir es recoger piedras bellas,
y no tan bellas.
Algunas cerca de la costa
con bellos grabados celtas,
otras en riscos apartados,
donde el hombre escucha
su propio latido.
Piedras que a veces pesan
pero no nos importa,
y piedras que como cruces
nos hieren la espalda.
Otras nos ilusionan
y las mimamos en vitrinas,
algunas las besamos
por creer que nos dan suerte.
Muchas las arrojamos
en el punto exacto donde las vimos.
Pero somos recogedores de piedras
y no podemos evitarlo.
La tierra y nosotros somos lo mismo
pero ella habla a su manera,
y nosotros a la nuestra.
Ojala supiéramos cómo nos nombra.
Nená
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