Subo la cuesta de la estación
y el tren pita.
Serpentea como anciana culebra
rezongando y en queja:
‘¡Ya está bien, buscaros a otra!’,
parece que grita.
Muchos son los años que cruza
los campos en giros imposibles,
con apeaderos extraños,
y toscos zapatones que le pisan.
Se aleja el tren y pita, y
vuelve a pitar, y sigue pitando
cada vez más tenue al oído;
como se va apagando mi latido
y el brillo de mis ojos,
y la fe,
y el delirio por los mismo verdes
que me volvían loca.
Nená
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