-Un mañana de invierno-
En el fondo de la taza
un resto de café
dibuja un riachuelo
en busca de su cauce.
Al camarero le aprieta
el delantal,
le soltaría el nudo
sin dudarlo,
pero el mundo
no es sólo mío.
Señorinas con collares
a media guillotina,
se sonríen con displicencia
-la soledad hace extraños
enemigos-.
La calle fría
empaña el cristal
como una amenaza:
Sal si te atreves valiente,
sal, si aún estás vivo.
El que apenca
bebe carajillo tras carajillo,
con ambos codos en la barra,
frío estribillo de invierno,
un mal amigo,
y más vale tener coraza.
Nená
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