ese ruido áspero de la ola
rompiéndose,
el gorgoteo de la espuma,
la arena mansa.
Se queda el sonajero
de ramas de los pinos,
el sonido del agua de la fuente,
las risas de los niños,
los higos chumbos,
los algarrobos, los veleros
silenciosos.
Yo voy y vengo, y
algo de mí se pierde
en cada fuga,
en cada olor intenso,
en cada objeto,
en el sonido de las cosas
que siempre permanece.
Nená
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