Me cansa el valor de las cosas
en su gravedad,
la misma gravedad
de los verbos que tantos usan.
Quizá me supone
una forma entera, o no entera, de crecer,
innecesaria para mí.
Tanto amor, tanta rabia,
despellejemos al capo, a la cocaina fiera.
Esa bragueta torcida
perturbadora y cruel,
que más que un asunto natural
parece el reclamo del verso,
es una forma de violencia,
de insatisfacción, exabrupto,
estoy jodido,
y me quejo con este privilegio.
Pero el verso es lo sublime,
esa pluma sutil
que puede acariciarte por dentro,
capaz de sacar lo mejor de ti
en estado crítico,
aún hablando de dolor y atropello.
-Lo peor sale solo,
no hace falta indicarle la puerta-
Y me escuece,
porque el que puede hacer firmamentos de versos
puede hacer ricos bizcochos de cuartillas,
efectivas, digeribles,
y sin ningún álave que rasgue la vena.
Nená
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