Vi que tu piel era transparente
y no me asusté.
Que en tus manos
podían verse las últimas
capas de la tierra,
y no sentí vértigo.
Que en tus ojos
se leía la palabra prohibida
del horizonte,
la que se oculta a los hombres,
y no percibí el miedo.
Pero abrazada a tu cuello,
confiada,
noté mi latido golpeando
sólo un pecho vacío,
desierto de corazón y de piedad,
y sentí el terror
más grande y pavoroso
del mundo.
Nená
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Háblame