Déjame llorarte
lágrimas de lluvia,
y fundir el polen con el barro.
La flor vivirá ya como era,
bella en su esplendor
primigenio.
Déjame besar el aliento
que liberan tus labios,
y sentirlo como mi aliento;
respirar la humedad que desprenden
nuestros cuerpos,
un día frío de invierno.
Llámame rara, loca,
de otra primavera,
pero llámame como sea,
para que sepa
que sabes que existo
entre los vivos.
Y cuando la luna se oculte,
crezcan las estaciones,
me iré despacio, sonriendo,
con una luna callada en el pecho
que lleve bien escrito tu nombre.
Nená
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