sábado, 3 de marzo de 2012


Regálame ese espacio diminuto 
de punta a punta, 
que se pierde en un saludo, 
el hurto de una mueca. 
Légame entre pestaña y pestaña 
el tris de tu sonrisa, 
cuando te subes al taxi o te bajas, 
pides en la barra, 
cruzas,  haces un tic 
tropiezas,  o  te abotonas 
-siempre mal- 
la chaqueta. 
Regálame el esbozo de Madrid 
que hace tu ojo: 
cómo tú lo miras, 
cómo te toma el pulso 
y te respira;  
que yo te daré un susurro
que hable de almendros 
y aromas de un mar con calima. 








Nená

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