Qué
cosa tiene el roce
de
otra mano,
el
roce de una palabra,
el
quiebro de una pestaña
así
como si no te está.
Ese
paso sin pasar que te
sacude
la espalda y te llega
al
coxis, tu parte más animal
donde
se olvidó tu cola.
Qué
cosa esa mirada tonta,
baja, de cuarto y mitad, al soslayo,
como
si no, pero que te ha reconocido
entera,
y
te ha chinchetado al suelo
como
un cartón sin desplegar,
¡un
recortable a ti!
Tanta
mujer desarmada
en
un instante sin dicción ni grafema,
sin
gafas de cerca, ni sonrisa de coyunda.
No
olvides esos pequeños grados nunca,
nunca,
porque
aún estás viva,
y
ese cemento que echaste en el músculo
imperioso no te ha servido de nada,
porque
no puedes gobernar lo que aún
no has escrito en tu almanaque.
Nená de la Torriente