viernes, 12 de abril de 2013

-A Titá-


Me enseñaste el corazón de las
palabras,  el despertar de las letras 
en su curvatura y su dilatamiento, 
comparable al olor de la primera manzana 
y a ese primer mordisco. 





Amé,  las amé a todas,  a las que ya quería 
y a las que ignoraba que llenarían 
mis cuadernos de palabras nuevas 
-que en mi entusiasmo rotulaba 
como ‘palabras que no domino’- 
Los libros no sólo eran magníficos ríos 
donde fluían ideas,  historias,  fórmulas 
mágicas donde el ser humano podía conocerse 
un poco más, 
eran auténticas explosiones de giros,  de cientos 
de palabras que iban colándose en las pupilas. 
Todas ellas hermosas,  desde las más ostentosas 
y abigarradas,  hasta las más simples y asequibles. 
Un mundo entero donde perderse 
mientras te observaba leer
y me leías algún fragmento de tu libro. 




Nená de la Torriente