Me
abruma la bruma
tan
densa que no sé si andar
o
quedarme quieta.
Me
desconcierta el concierto
cuando
todos los instrumentos
se
agitan y piden paso.
Me
deslumbra la lumbre
en
San Juan, cuando crece
más
alto que la propia noche.
Me
carameliza la liza de dos cuerpos
amarrados
detrás de los pinos,
suavizo
las comisuras,
los
ríspidos pensamientos.
Me
maravilla la villa de los ‘con poco’,
que
siempre tiene una silla que ofrecer.
Me
contamina la mina de los que usurpan,
que
a más hondo más túneles,
nunca se acaba
y
el aire siempre es tóxico.
Nená de la Torriente