martes, 9 de abril de 2013


Gracias por lo que das, 
por lo que diste, 
por un hoy,  por un ayer, 
por un siempre. 
Uno no concibe la línea recta 
si no es en el metro,  o en las estaciones 
del magnífico tren, 
y aún así sabe que la rectitud es supuesta, 
como la línea que traza el niño 
con rayas desiguales. 
Amo las sonrisas y las curvas, 
pero no esos giros enfermizos que nos 
enervan,  las vueltas que hacen volver 
lo que se provoca, 
de un bien a otro, 
y de éste al siguiente 
como una reacción necesaria. 
Los cariños nacen con hilos finos que 
terminan siendo de acero,  y 
ni siquiera son concebidos como cadenas. 
Están ahí sujetándonos unos a otros, 
silenciosos,  invisibles, 
y un buen día,  por cualquier motivo 
o sin ninguno,  los ves. 




Nená de la Torriente