Gracias
por lo que das,
por
lo que diste,
por
un hoy, por un ayer,
por
un siempre.
Uno
no concibe la línea recta
si
no es en el metro, o en las estaciones
del
magnífico tren,
y
aún así sabe que la rectitud es supuesta,
como
la línea que traza el niño
con
rayas desiguales.
Amo
las sonrisas y las curvas,
pero
no esos giros enfermizos que nos
enervan, las vueltas que hacen volver
lo
que se provoca,
de
un bien a otro,
y
de éste al siguiente
como
una reacción necesaria.
Los
cariños nacen con hilos finos que
terminan
siendo de acero, y
ni
siquiera son concebidos como cadenas.
Están
ahí sujetándonos unos a otros,
silenciosos, invisibles,
y
un buen día, por cualquier motivo
o
sin ninguno, los ves.
Nená de la Torriente