lunes, 1 de abril de 2013


Al final de tu pupila, 
ese destello líquido 
magnético,  mío, 
para mí, 
distinto de todos los hombres. 
Esa tristeza en el gesto 
de tu sonrisa,  esa piel, 
dulce de seda,  familiar, 
envolvente,  cálida, fámula 
de mi roce, 
nada me habita más tierno. 
Tu voz en mi oído, 
besándome el pelo como 
quien abalea la paja con mimo, 
entre murmullos,  silencios, 
y el ahogo de un corazón 
que está cruzando mil prados 
hasta llegar a otro corazón. 
Y ciego,  sordo y mudo,  roza 
el otro músculo y le encuentra idéntico, 
y por un instante,  nos asiste 
el desmayo. 




Nená de la Torriente