Al
final de tu pupila,
ese
destello líquido
magnético, mío,
para
mí,
distinto
de todos los hombres.
Esa
tristeza en el gesto
de
tu sonrisa, esa piel,
dulce
de seda, familiar,
envolvente, cálida, fámula
de
mi roce,
nada
me habita más tierno.
Tu
voz en mi oído,
besándome
el pelo como
quien
abalea la paja con mimo,
entre
murmullos, silencios,
y
el ahogo de un corazón
que
está cruzando mil prados
hasta
llegar a otro corazón.
Y
ciego, sordo y mudo, roza
el
otro músculo y le encuentra idéntico,
y
por un instante, nos asiste
el
desmayo.
Nená de la Torriente