Qué
más te da,
tantas
olas, tantas y
todas
al capricho de un océano
y
sus corrientes, a veces céfiros,
a
veces vendavales.
Qué
te da ser rompiente o suave
ondulación
que no quiebra,
ser
la voz que todos escuchan,
o
la voz que todos entienden.
Dime
la verdad, qué más te da
si
tú ya sabes qué mundo es éste
y
este mundo sabe qué mundo eres tú,
y
ambos os reconocéis al instante.
Qué
más te da,
tantos
árboles rectos como líneas rectas,
al
capricho de escuadras y cartabones.
Qué
te da ser erguido o inclinado,
ser
marioneta del cirro
o
recluso del barro.
Dime
la verdad, qué más te da
si
tú ya sabes qué grillete nos ata,
y
esta cadena sabe de quién eres preso,
y
ambos lo sabéis bien que
os
reconocéis al instante.
Nená de la Torriente