lunes, 22 de abril de 2013


-Hipo de lunes-

Los mayores,  como los niños 
hacen lo que les da la real, 
sin dar explicaciones. 
Los mayores si cabe con alevosía: 
‘Esto no me gusta,  ahí se queda, 
ya fui pequeño para tener 
que comerlo todo’ 
-cosa que no es verdad- 
No justifican nada porque son tarzanes 
de la selva y el ‘porque sí’ es 
una razón más que suficiente. 
Mirad al Marianín,  con su barbilla, 
media quilla de velero sin estrenar 
-que cada vez se escora más hacia la luna- 
Él no da explicaciones 
-que debe darlas por quién es y dónde está-, 
y lo llama prudencia,  como si quiere llamarlo 
flatulencia,  el caso es que hace lo que le da 
la gana como un niño consentido y zafio, 
que necesita muchos meses sin postre 
y sin videoconsola,  y sin calle,  y sin pelota. 
Los mayores me caen gordos, 
suelen agruparse para poder decir 
las mayores barbaridades,  al amparo del grupo, 
uno la suelta y agacha la cabeza, 
el conjunto responderá. 
Lo que entre niños era 
el ‘pío pío,  que yo no he sido’, 
pero éstos ya no son niños. 
Yo no es que sea solitaria,  es que respondo de mí, 
y no acepto que se escondan detrás 
de mi espalda, 
o pongan en mi boca palabras de multitud, 
porque entre la multitud siempre hay un gilipollas. 
-Eso,  siendo muy,  muy generosa- 




Nená de la Torriente