sábado, 27 de abril de 2013


¿De cuánto era? 
¿Se medía,  se pesaba? 
Era como esas cosas pequeñas 
que guardas y llenas de besos, 
que colocas con amores en cualquier 
balda,  o pinzadas en algún pañuelo 
del armario. 


Esos claveles de papel de servilleta 
aún con restos de cerveza, 
esa foto de tu amor en la retina 
que has garabateado en una hoja 
milimetrada,  con puntas romas. 
Ese pedacito de mantel que te llevaste. 
La china del suelo tropezona, 
esa hoja que rodaba 
en el alfeizar de aquel escaparate tan bonito. 
El beso que paladeabas como una guinda 
almibarada. 
Sus ojos,  sus párpados caídos,  su risa 
alzando la cabeza hacia el inmenso cielo, 
su mano anafe calentando tu gélida mano. 
El estado de abundancia,  la sonrisa boba. 
La noción de que tanto bueno había que compartirlo, 
porque era lo justo,  porque era necesario, 
porque sabíamos hacerlo. 




Nená de la Torriente