Reclamo
la soledad de la araña
limpia
de pensamiento,
con
un propósito reflejo y una
labor
maquinal.
Reclamo
la suspensión de la nube
en
un día sin viento,
como
una burbuja húmeda
allá
en lo alto, quieta en su ingravidez
y
sin ingenio.
Reclamo
el roce del beso,
cuando
aún no es fuego, como una
instantánea
detenida, un vuelo sin alas
insobornable
por ningún adiós,
por
ningún otro gesto.
Reclamo
una vida ingenua, nada
trémula
ni palpitante, sencilla, a
medio
hacer o de puntillas,
que
me dé el sosiego de los campos.
Nená de la Torriente