¿Quién
vierte la cera de la vela?
¿Quién
lo precipita todo?
¿Quién
levanta la voz, tal vez
sube
una octava y se toma el café con ansia
para
conseguirlo?
¿Quién
empuja en el metro,
atropella
buscando un sitio, y
se
apea en la siguiente estación
a
toda prisa?
Dime
¿quién corre hacia el abismo
de
la arcada, quién no mira y golpea?
¿Quién
vive siempre al segundo
de
carrera con un cuerpo que ya
no
es el suyo?
¿Quién
es preso de las manillas
de
un reloj agónico, de un horario muerto,
de
una difunta existencia
sin
el aliento de lo inesperado?
Y
¿quién les va ayudar, dime, a agitar
esa
bola de cristal dónde viven,
para
que empiece a nevar
y
se sorprendan?
Nená de la Torriente