Antes
andábamos a cuatro patas
-no
las llames piernas-,
ya
nos queríamos, y sufríamos
las
pérdidas de unos y otros, pero
no
manejábamos términos ni
papeles
de seda, ni florituras vanas,
más
que el copón en la testuz y el
noqueo
por asfixia.
Ahora
andamos a dos piernas
-que
parecen dos patas-,
manejamos
el lenguaje con sofisticados
flecos, adornos y banderolas,
propias
de filósofos que no saben
lo
que dicen y menos lo que piensan;
como
para sentir las pérdidas de sus prójimos,
vamos, sus para-lelos.
Nená de la Torriente