¡Acepto, acepto que te vayas!
No
puedo impedirlo,
todos
nos vamos a ir más tarde o
más
pronto.
Quedará
una bóveda o un lugar
para
las almas, un descanso a tanto
sacrificio.
Porque
vivir es bonanza y martirio,
pero
no admito ¡no, no y no,
el
calvario!
No
comprendo el sufrimiento,
hasta
el último segundo
sentados
en un clavo.
Es
lo descabellado, la anormalidad
de
la vida,
como
la enfermedad de los niños
o
el abandono de los ancianos.
Esa
canallada del dolor innecesario,
el
peaje absurdo antes de expirar.
Nená de la Torriente