Te
entrego mi optimismo
cuando
a ti te falte.
Si
puedes déjame esa palangana
para
limpiar los días afligidos,
y
lavar sus paños de lágrimas.
Iré
al tendal de sol a secarlos y
si
hay lluvia mejor,
que
se sequen después del agua
caída del
cielo,
la
amnesia se encargará del resto
de humedad que les quede.
Te
entrego mi fe,
creer con los ojos cerrados,
tirarse hacia atrás confiado,
el
arrojarse a la piscina,
el ¡Adelante mis valientes!
-en
un fabuloso ejército de uno-
Yo
me quedaré con tu inocencia
los
días que anden cerca tiburones,
para
poder protegerte
de su mortal dentellada.
Después
te la devuelvo, palabra,
que yo
aún conservo la mía
aunque -como no-
algo trasnochada.
Nená de la Torriente